La lealtad dentro de un equipo es una fuerza intensa y, al mismo tiempo, un desafío constante para el líder 4x4. Quien asume la responsabilidad de liderar se enfrenta al reto de invertir tiempo y energía en los demás, sabiendo que, en el trayecto, encontrará experiencias de desilusión y traición. La vida del apóstol Pablo, similar a la del líder en su organización, revela la entrega total en la construcción de una misión y la resiliencia ante la deslealtad de aquellos que, movidos por agendas ocultas, intentan edificar su propio reino a expensas del suyo. Pablo, desde dentro, nos muestra cómo afrontar estas pruebas con fortaleza y propósito.
El Riesgo de Invertir en Otros
Invertir con sinceridad en el crecimiento de otros no siempre garantiza reciprocidad. En el liderazgo, darlo todo por el bienestar de los demás y cuidar de ellos con dedicación completa no asegura que se reciba lo mismo. Pablo vivió momentos de profunda desilusión cuando compañeros de misión se alejaron, abandonándolo en momentos críticos. Expresó su dolor al recordar cómo, en su primera defensa, nadie estuvo a su lado y todos lo desampararon (2 Timoteo 4:16). No obstante, él eligió no quedarse atrapado en la falta de lealtad de los demás, sino que se mantuvo enfocado en el propósito mayor de su servicio.
La lealtad, entonces, no es un derecho adquirido, sino un acto que cada persona debe cultivar y proteger. Liderar significa abrirse a la inversión en otros sin esperar una respuesta segura, y tener la sabiduría para avanzar cuando la respuesta no es la que esperábamos. Sin embargo, este “pero” es profundo, ya que existen valores y principios que no deben romperse en el liderazgo. Aunque deseemos que la lealtad sea recíproca y constante en quienes elegimos para nuestro equipo, la realidad es que vivimos en tiempos donde estos valores están ausentes en muchos sectores, incluidas las iglesias, organizaciones y gobiernos. Esta situación debería cesar; no debería haber lugar para estos “peros”.
Aprender a Soltar y Avanzar con Intención
Un líder sabio no se ancla en el pasado, sino que mantiene su enfoque en la misión. Cuando alguien en el equipo deja de alinearse con los valores de la organización, es esencial soltar sin resentimientos. Siguiendo el consejo de Jesús: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16), un líder debe rodearse de personas que compartan su visión y compromiso. En una contratación, la visión y misión de la organización deben ser asumidas e internalizadas genuinamente. Así, quienes entienden y abrazan la misión de la organización, avanzan en medio de la deslealtad y se rodean de otros que comparten los mismos objetivos. La lealtad dentro de un equipo se fortalece cuando todos trabajan hacia un propósito común; aquellos que no están alineados con esta visión eventualmente se vuelven una carga.
Soltar y avanzar no implica rechazo, sino claridad. Este líder misional incansable, como Pablo, no desperdició tiempo ni energía en retener a quienes no compartían su visión, sino que enfocó sus esfuerzos en buscar colaboradores comprometidos. El liderazgo, entonces, es saber cuándo dejar ir, confiar en la guía de Dios y continuar el camino sin cargas ni resentimientos.
La Importancia de la Misión Compartida
Para Pablo, el equipo debía estar unido en la misión. “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Amós 3:3). Si algún compañero perdía el enfoque en el propósito, Pablo lo veía como una amenaza no solo personal, sino para la integridad de la obra. Su vida demuestra que el éxito del equipo depende de la unidad en la misión y los valores compartidos que los impulsan.
La lealtad en el liderazgo, ya sea en iglesias, gobiernos u organizaciones, constituye una columna vertebral en la construcción de un equipo fuerte. Un líder debe rodearse de personas que compartan su visión y valores. Cuando este vínculo se rompe, se generan tensiones que desgastan al equipo. A través de este ejemplo, comprendemos que un equipo sólido no se construye solo sobre habilidades, sino sobre el compromiso y la integridad en el propósito.
Crecimiento en Medio del Dolor
La deslealtad, aunque dolorosa, es también una oportunidad para el crecimiento y la fortaleza. Para Pablo, las pruebas que vivió le permitieron desarrollar una comprensión más profunda de la compasión y la paciencia. En un momento de abandono, recordó: “Mas el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas” (2 Timoteo 4:17). Su confianza en Dios lo sostuvo en el dolor, sin desviarse de su misión.
Este crecimiento a través del dolor demuestra que el liderazgo implica la habilidad de transformar experiencias negativas en lecciones de valor. La traición y la deslealtad no hicieron a Pablo más duro, sino que lo acercaron a su llamado. Tal como el sembrador de la parábola, sabía que algunas semillas no prosperarían, pero esto no lo desanimaba de su misión de seguir sembrando.
La Lealtad en el Liderazgo
La lealtad dentro de un equipo no se limita a la colaboración, sino que se convierte en un compromiso profundo con el propósito. A través de la experiencia de Pablo, aprendemos que la lealtad es un don que requiere ser cultivado con intencionalidad y sabiduría. Cuando afirma: “Fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal” (2 Tesalonicenses 3:3), reafirma la necesidad de confiar en Dios y en la dirección que Él marca, aun cuando enfrentemos deslealtades.
La lealtad se evidencia no solo en quienes permanecen fieles, sino también en la firmeza del líder para discernir, corregir y seguir adelante. Así, el liderazgo no solo espera lealtad, sino que la inspira y la nutre en los demás.
Autor: Guillermo Duran y Danilo Carrillo
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