Del trauma a la madurez en las parejas
- Danilo Carrillo
- 30 jun
- 5 Min. de lectura

El asunto de los traumas, producto de situaciones impactantes en la vida —especialmente en el ámbito de las parejas— es desconcertante, sobre todo por el hecho de la inconsistencia del carácter y la fluctuación emocional y espiritual que muchas veces se presenta en medio del desgaste. Esta inestabilidad priva a los individuos de un carácter ecuánime, como el que las Escrituras exhortan a cultivar.
En la primera carta a los Corintios, el apóstol Pablo desafía con claridad pastoral y autoridad apostólica a una iglesia llena de dones, pero infantil en su comportamiento. Su exhortación final —resumida en 1 Corintios 16:13–14— es un llamado contundente a la madurez integral dentro de la comunidad de fe. El apóstol no vacila en llamarles "niños espirituales", y enumera con claridad las actitudes que reflejan tal inmadurez: divisiones, egocentrismo, falta de amor, orgullo espiritual y desconexión con la cruz.
¿Podemos aplicar estos principios a las parejas? Por supuesto que sí. En mi experiencia como líder espiritual y coach, veo esto como un punto crucial en la vida de quienes comparten el pacto del matrimonio. Al igual que los corintios, muchos esposos y esposas experimentan episodios de infantilidad emocional, donde la falta de madurez obstaculiza la comunión y la sanidad mutua.
A la luz de 1 Corintios 16:13–14, el apóstol nos invita a tres ideas fundamentales que apuntan al crecimiento de una conducta madura y coherente con el evangelio. Esto es especialmente relevante en el contexto de una vida herida por situaciones complejas, donde la ansiedad —producto de estos eventos—, las iras activas originadas en asuntos no sanados, y la falta de equipamiento emocional y espiritual, generan las conductas infantiles en las que muchos aún permanecen sumergidos.
1. Velad
Estar alertas implica discernimiento espiritual. En el contexto de pareja, significa estar atentos a los ciclos emocionales, a las imágenes y narrativas personales, a las “películas” internas producto de traumas pasados, a las heridas no tratadas y a los patrones destructivos copiados del hogar de origen, los cuales pueden activarse cuando ciertos factores se despiertan dentro de la relación: cargas específicas, desgaste acumulado, o agotamiento emocional. Todo esto puede dar lugar a procesos de ansiedad, desdén y la manifestación de iras activas. Velar es orar con los ojos abiertos, con una conciencia clara de que hay asuntos por resolver, sin negar las realidades que están afectando la relación, y con el firme propósito de enfrentarlas y desactivarlas en el momento en que son confrontadas.
2. Estad firmes en la fe
La fe viva es actividad en la consistencia de equiparar lo doctrinal con lo cotidiano. Implica encarnar en actitudes concretas: mansedumbre, dominio propio, perdón y compasión. Pablo nos llama a sostenernos en esa fe que modeló Cristo, el varón perfecto, cuya ecuanimidad fue inquebrantable incluso en el sufrimiento. Esto significa ser imitadores de Cristo: reproducir su carácter.
Así como somos buenos practicantes de conductas disfuncionales e infantiles, en esa misma dimensión debemos copiar y practicar las actitudes de Cristo, porque la transformación profunda del corazón viene por medio de una metanoia, una transformación consciente y consistente del carácter de Cristo.
Lo que implica, como dicen las Escrituras, estar firmes en la fe. Y estar firmes en la fe implica ser como Cristo, y ser como Cristo implica imitar a Cristo con la potencia de someternos a la actividad propia del Espíritu Santo en la vida del creyente, que es llenarlo, como actividad inherente a una vida espiritual (cf. Romanos 12:2).
3. Portaos varonilmente y esforzaos
En nuestro último podcast hablamos de la situación que se vive con el feminismo. Cuando hablamos de un varón, hablamos de alguien que necesita ser modelado por otro varón, porque hoy vemos varones afeminados, varones que se esconden en la falda de una madre que transfirió valores femeninos a un hijo que necesitaba formación masculina.
Aquellos con estas actitudes deben abandonar las conductas que no tienen relación alguna con el diseño de un varón, así como también las mujeres, en la profundidad del texto, deben ser femeninas. Cada modelación debe estar sometida a su modelo intrínseco, al diseño original asignado por Dios desde el nacimiento.
Por eso, la exhortación de Pablo va al corazón del asunto: asumir con integridad el rol de género dado por Dios. Portarse varonilmente (ἀνδρίζεσθε) no es machismo, es valentía y carácter inherente a las características de un varón conforme al diseño de Dios. Y lo mismo aplica a la mujer en su llamado: ser firme, sabia y edificadora del hogar(cf. Proverbios 14:1).
Cuando cada uno vive conforme al diseño revelado en Génesis 2:18, se produce crecimiento en la dimensión del significado y las características inherentes a su sexualidad. El texto es claro: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.” Esto no es una declaración de carencia, es una afirmación de la inherencia con la cual, existencialmente, se establece una diferenciación sexual y un modelo relacional profundo y complementario que Dios diseñó desde el principio.
En Génesis 1:27 se establece el fundamento ontológico de la diferencia sexual: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” Cada cual fue formado con una identidad sexual específica, no intercambiable, no construida por cultura, sino otorgada por el Creador con intención, función y vocación.
Por tanto, asumir el rol bíblico no es retroceder ni someterse a estereotipos humanos, es madurar en la vocación otorgada por el Creador. Es rendirse a la sabiduría de Aquel que, en su soberanía, nos formó con propósito desde el vientre, y nos llama a reflejar su imagen según el diseño que Él mismo determinó.
4. Todas vuestras cosas sean hechas con amor
Finalmente, todo este proceso de sanidad, madurez y reconstrucción debe estar saturado de amor. Amor que no es sentimentalismo, sino la ecuanimidad de una entrega deliberada y sacrificada, como la que Cristo tuvo por su Iglesia (Efesios 5:25). Cuando el amor guía nuestras reacciones, incluso los traumas comienzan a ser transformados en cicatrices que ya no sangran, porque la normativa del amor reconoce la alteridad y la vulnerabilidad del otro, sin socavar su identidad ni sus propios procesos personales.
Debe entenderse que cada individuo que se acerca a una relación matrimonial funcional será confrontado con sus egoísmos más profundos. Eso mismo ocurría en la sociabilidad de una iglesia inmadura: una comunidad egoísta que imponía sus propios egos en detrimento de la singularidad del amor, cuyo principio esencial es poner al otro primero. Por eso Pablo disertó diligentemente sobre las incompletitudes del amor, y cómo su expresión egoísta asume actitudes que apenas imitan al verdadero amor, sin serlo.
Esto llevó al apóstol a expresar la compleja manifestación del τὰ πάντα (ta panta) —el “todo” del amor— en cuatro dimensiones que descabezan por completo la incompletitud emocional y desenmascaran al falso amor: ese amor egoísta, centrado en el deseo personal de alcanzar la infantil sensación de ser como dioses.
Seguimos en la conversacion
Danilo Carrillo
Comments