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La vegetariana por Han Kang (Premio Nobel de Literatura 2024) Un resumen desde mi teología

Foto del escritor: Danilo CarrilloDanilo Carrillo


Vivimos en un mundo donde el ser humano, constantemente, se esfuerza por redefinir su identidad y su propósito. En el corazón de este esfuerzo se encuentra un anhelo profundo de liberación, de trascender las limitaciones impuestas por la sociedad, el cuerpo y, a menudo, el mismo Creador. Este deseo, aunque poderoso, es también profundamente peligroso. El hombre, en su estado caído, busca siempre escapar de las realidades que le parecen injustas o limitantes, sin comprender que esa búsqueda, separada de Dios, no conduce a la libertad, sino a una esclavitud aún más profunda.


Es aquí donde vemos el drama de la condición humana reflejado de manera tan nítida. Una persona, hastiada de los esquemas que la rodean, toma una decisión aparentemente sencilla pero significativa: rechazar lo que considera una imposición del orden establecido. Este acto, que para algunos parecería trivial o incluso noble, en realidad revela un corazón inquieto, ansioso por huir de lo que Dios mismo ha diseñado. La criatura, al rechazar su lugar en la creación, busca emanciparse, pero en el proceso, se aparta de la fuente misma de la vida y la verdad.


La historia "La Vegetariana" una mujer que decide abstenerse de lo que es natural a su cultura, estableciendo otros tipos de hábitos de consumo, nos muestra no solo un rechazo a sus costumbres alimenticias, sino un rechazo mucho más profundo que se deja ver a lo largo de la novela. Ella no busca simplemente dejar de consumir lo que antes consideraba parte de su dieta, sino que intenta, de manera desesperada, redefinir lo que significa ser un "humano" en sus propios terminos. Se aparta de la carne no solo como un alimento, sino como una expresión de su repudio hacia la vida misma, hacia lo que considera una imposición externa que no puede controlar.


Este deseo de pureza, de liberarse de lo que ella percibe como una corrupción inherente, es un eco de aquella vieja mentira pronunciada en el jardín: “seréis como Dios”. El ser humano, al intentar elevarse por encima de lo ordinario, cae inevitablemente en la trampa de su propio orgullo. La historia leida en los lentes de un teólogo nos muestra que cuando el hombre trata de reordenar su vida sin la guía de Dios, el resultado es siempre el desorden, la alienación y la muerte, tanto física como espiritual.


Lo que vemos aquí no es una lucha por la libertad verdadera, sino una esclavitud más profunda, una que va más allá del cuerpo y se adentra en el alma. La protagonista, en su esfuerzo por purificarse, por apartarse de las cosas terrenales, en realidad se enreda más y más en una prisión de su propio hacer. Al rechazar lo que Dios ha declarado bueno, ella se encuentra atrapada en un ciclo de rechazo y aislamiento, un ciclo que afecta no solo su vida personal, sino también a aquellos a su alrededor.


La familia, desconcertada por esta decisión, responde con incomprensión y violencia, lo que revela cuán profundamente estamos conectados unos con otros y con Dios. Dios ha diseñado la comunidad humana como un reflejo de su naturaleza trina, donde el amor y el cuidado mutuo son esenciales. Al rechazar esto, tanto la protagonista como su entorno se ven arrastrados por una espiral de dolor y separación. Aquí se refleja otro principio crucial: la importancia de la comunión y el peligro de apartarse de ella.


Es en este aislamiento donde vemos las consecuencias del pecado más claramente. No es el simple acto de dejar de comer lo que está en juego, sino el corazón detrás de esa decisión. El rechazo a las ordenanzas de Dios siempre conduce al caos, y ese caos se manifiesta en la vida interior y exterior del ser humano. A medida que la protagonista se aparta de lo que es natural y bueno, su propia naturaleza se distorsiona, y lo que antes parecía un acto de liberación, se convierte en una trampa de su propia creación.


En última instancia, esta historia es una advertencia sobre los peligros de intentar vivir fuera del diseño de Dios. El ser humano, creado para vivir en relación con su Creador y en armonía con su creación, solo encuentra verdadera libertad cuando se somete a las leyes de Dios. Al intentar escapar de ellas, solo encuentra más cadenas, más oscuridad, más soledad. En lugar de buscar la purificación en la negación de lo creado, el hombre debe buscar la redención en Aquel que lo creó y lo redime.


La verdadera pureza, la verdadera libertad, no se encuentra en rechazar el orden creado y la naturaleza neutral de los alimentos, sino en abrazar plenamente aquello que alimenta y sustenta el cuerpo en los terminos saludables, gozar de la vida y disfrutar de aquellos placeres inherentes al matrimonio y a la vida en general, reconociendo que, aunque caídos, hay redención, gracia y restauración en Cristo. Las cosas son comunes para los que las consideran comunes y sublimes aquellos que tienen el caracter de glorificar a Dios en aquellas cosas que tienen un caracter neutral y que su uso es determinado por los limites establecidos para la salud y el goce de la vida.


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