La Falacia del Control y el Círculo Roto
- Danilo Carrillo
- 18 dic 2024
- 7 Min. de lectura
El ser humano comienza su vida buscando orden en el caos. Desde que abre los ojos y respira por primera vez, es arrojado a un mundo lleno de incertidumbres y preguntas. La necesidad de controlar lo que sucede a su alrededor parece tan natural como respirar. Esta búsqueda incesante, sin embargo, tiene un tinte trágico: el ser humano intenta empezar por sí mismo, creyendo que, si organiza sus pensamientos, moldea sus acciones o ajusta su actitud, podrá finalmente conquistar el futuro. Pero lo que encuentra, vez tras vez, es un círculo roto.

La mente se llena de pensamientos ansiosos, incapaz de resolver los dilemas más profundos de la existencia. Las acciones se vuelven impulsos o rutinas vacías, desprovistas de dirección. La actitud oscila entre el cinismo y la desesperanza cuando el mundo no responde a las expectativas. Y en medio de todo, la relación con Dios —la fuente misma de orden y propósito— permanece relegada a un segundo plano, ignorada o diluida.
Este ciclo roto es el reflejo de una realidad dolorosa: todo lo que comienza en el ser humano mismo está destinado a colapsar. La tensión de la vida moderna lo confirma: personas agotadas intentando controlar lo incontrolable, familias fracturadas, sueños truncados y corazones vacíos que no encuentran descanso. La realidad es que comenzamos mal. Comenzamos creyendo que el control es nuestro derecho, que el poder está en nuestras manos y que nuestro esfuerzo es suficiente. Pero no lo es.
Sin embargo, la historia no tiene que continuar así. La gracia de Dios nos invita a romper este ciclo equivocado. Nos ofrece un camino diferente, donde todo comienza, se sostiene y termina en Él. Aquí surge una pregunta fundamental que debe enfrentarnos: ¿cuántos fracasos necesitamos para reconocer que el control humano nunca es suficiente? ¿Cuántas veces debemos vernos de rodillas para aceptar que solo un poder superior puede traer orden al desorden y claridad al caos?
La narrativa del flujo —relación con Dios, pensamientos, acciones y actitud— nos ofrece más que un esquema práctico: nos propone redimir lo que hemos hecho mal desde el principio. Nos invita a reconstruir nuestra vida con los cimientos correctos. Porque todo lo que empieza en Dios no solo tiene propósito, sino también permanencia.
La Lucha por el Control: Tensión y Ruptura
En la experiencia humana, la tensión del control es constante. Nos levantamos cada mañana con la esperanza de que esta vez será diferente:
"Si puedo pensar mejor, resolveré mis problemas."
"Si tomo las acciones correctas, lograré mis metas."
"Si cambio mi actitud, podré enfrentar lo que venga."
Pero a medida que el día avanza, nos damos cuenta de que el control absoluto es un espejismo. Las circunstancias externas golpean sin aviso: las opiniones ajenas hieren, las decisiones de otros nos afectan y los resultados parecen escaparse de nuestras manos. Aun cuando hacemos todo “bien”, el mundo parece inclinado a desmoronarse a nuestro alrededor.
Aquí surge una tensión existencial que no podemos ignorar: ¿y si no podemos controlar nada? Este pensamiento es aterrador porque revela nuestra fragilidad, nuestro límite, y nos enfrenta con el vacío. Sin Dios, este vacío se vuelve insoportable, un abismo que devora nuestra paz y propósito. Es aquí donde las palabras del salmista resuenan como un grito:
"Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia" (Salmo 127:1 RV1960).
Todo lo que construimos sin Dios está destinado a desmoronarse. No importa cuánto ordenemos nuestras mentes, cuánto actuemos o cuánto ajustemos nuestra perspectiva: si no comenzamos en Dios, el círculo no cerrará. La búsqueda del control se convierte en un peso insoportable, un ciclo que nos agota, nos frustra y nos desespera.
Redimir el Comienzo: Un Nuevo Camino
Pero aquí está la buena noticia: Dios irrumpe en nuestra historia rota y ofrece un nuevo comienzo. Él toma lo que está quebrado y lo restaura. Donde el ser humano ha fracasado, Dios triunfa. Es en Él donde el círculo finalmente se completa:
Al comenzar con Dios, tus pensamientos se alinean con Su verdad.
Tus acciones, guiadas por principios biblicos, se vuelven intencionales y fructíferas.
Tu actitud se transforma en una perspectiva de esperanza, incluso en medio de la adversidad.
Todo esto comienza cuando rendimos nuestro control a Aquel que tiene todo el poder. Este es el corazón del flujo: no somos el centro, Dios lo es. Cuando Él ocupa Su lugar legítimo, todo lo demás se alinea.
Es cierto que el ser humano suele comenzar mal, impulsado por su deseo de autonomía y control. Pero Dios, en Su gracia, nos llama a parar, reflexionar y reconstruir desde Él. La narrativa del flujo —relación con Dios, pensamientos, acciones y actitud— es más que una herramienta; es un camino de redención, una invitación a vivir en armonía con el Creador y con nosotros mismos.
La tensión entre lo que podemos controlar y lo que no desaparecerá solo cuando entregamos nuestra vida en manos de Dios. Como un río que fluye desde su fuente, todo en nosotros —nuestra mente, nuestras decisiones y nuestra perspectiva— debe comenzar y depender de Él.
Porque al final, cuando todo comienza en Dios, todo encuentra su lugar, su propósito y su descanso.
Enfócate en lo que puedes controlar: Partiendo desde Dios, la Fuente del Flujo
Todo comienza con Dios: la fuente de vida, propósito y poder. La relación con Dios no es un punto más en el flujo; es el origen y el núcleo que alimenta todo el ciclo de transformación. A través de Su guía, el ser humano aprende a ordenar sus pensamientos, sus acciones y su actitud. Al reconocer que nuestra dependencia está en Él, podemos enfocarnos en lo que realmente está en nuestras manos, dejando lo incontrolable en Su soberanía.
1. Tu relación con Dios: El principio de todo orden
Realidad bíblica: El ejemplo de Daniel (Daniel 6)
Daniel vivía en un contexto hostil. Exiliado en Babilonia, enfrentaba leyes injustas y un sistema ajeno a su fe. Sin embargo, su relación con Dios era el eje que sostenía su vida. A pesar de los decretos en su contra, Daniel oraba tres veces al día, como lo hacía siempre, en comunión constante con su Creador. No podía controlar las decisiones del rey ni el comportamiento de sus enemigos, pero sí podía enfocar su espíritu en Dios.
Aplicación personal:Tu relación con Dios te ofrece estabilidad en un mundo cambiante. En tiempos de incertidumbre, orar, leer la Palabra y rendir tus cargas a Dios te centra y alinea. Desde esa conexión, obtienes sabiduría para discernir y actuar.
2. Tus pensamientos: Gobernar tu mente con la verdad
Realidad bíblica: La lucha de Elías (1 Reyes 19)
Tras un gran triunfo en el monte Carmelo, Elías cayó en una espiral de pensamientos negativos. El miedo y la desesperación lo llevaron a huir y desear morir. Pero en medio de su angustia, Dios lo llamó a cambiar su enfoque: le recordó Su presencia en el "suave murmullo" y lo envió con nuevas instrucciones. Dios restauró los pensamientos de Elías al devolverle un propósito claro.
Aplicación personal:Tus pensamientos determinan cómo percibes la realidad. ¿Te enfocas en tus circunstancias o en la verdad de Dios? La renovación de tu mente (Romanos 12:2) te permite reemplazar el miedo, la ansiedad y la duda por confianza, esperanza y claridad. Cada día, decide qué voz escuchas.
3. Tus acciones: Actuar con propósito y coherencia
Realidad bíblica: Nehemías y la reconstrucción (Nehemías 4-6)
Nehemías no podía controlar el ataque de los enemigos ni las burlas contra los judíos que reconstruían Jerusalén. Pero sí podía tomar acción: organizó a los trabajadores, asignó guardias y, sobre todo, oró. En lugar de detenerse por las circunstancias externas, Nehemías actuó con fe y perseverancia.
Aplicación personal:Tus acciones son el reflejo práctico de tu fe. No puedes cambiar a las personas ni el futuro incierto, pero puedes actuar con diligencia y responsabilidad en lo que depende de ti. La clave está en obedecer y avanzar, confiando en que Dios respalda tus esfuerzos. Como dice Santiago 2:17, "la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma."
4. Tu actitud: Elegir la perspectiva correcta
Realidad bíblica: Pablo y Silas en prisión (Hechos 16:16-40)
Después de ser golpeados y encarcelados injustamente, Pablo y Silas podrían haber reaccionado con queja y desesperación. Sin embargo, eligieron adorar a Dios, cantando himnos en medio de la noche. Esta actitud no solo fortaleció su espíritu, sino que transformó su entorno: un terremoto abrió las puertas de la prisión y el carcelero terminó entregando su vida a Cristo.
Aplicación personal:Tu actitud tiene el poder de cambiar cómo enfrentas cada situación. Elige responder con gratitud, resiliencia y fe, aun cuando todo parezca adverso. Filipenses 4:4 nos recuerda: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”
La Interconexión del Flujo: Volviendo a Dios
El flujo no es un proceso aislado; es un círculo interconectado donde todo comienza y termina con Dios:
Tu relación con Dios alimenta tus pensamientos, llenándolos de verdad.
Tus pensamientos inspiran tus acciones, que reflejan tu fe en la práctica.
Una actitud correcta refuerza tu relación con Dios, recordándote Su fidelidad en cada paso.
Realidad bíblica: Jesús y la calma en la tormenta (Marcos 4:35-41)
En medio de una tormenta violenta, los discípulos perdieron el control de sus pensamientos y se llenaron de temor. Pero Jesús, descansando en paz, les mostró que la verdadera calma proviene de confiar en Dios. Él tiene el poder sobre las circunstancias que escapan de nuestras manos.
Una vida ordenada bajo la soberanía de Dios
Cuando partes desde Dios como la fuente, el flujo de tu vida toma un orden claro y divino. Enfocarte en lo que puedes controlar —tus pensamientos, acciones y actitud— no significa ignorar la realidad, sino vivir con sabiduría y confianza en la soberanía de Dios. Como declara Proverbios 3:5-6: “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas.”
En última instancia, la mayor libertad viene cuando reconocemos que aunque no podemos controlarlo todo, podemos confiar en el Dios que sí lo hace. Actuemos con propósito y esperanza, sabiendo que Él obra en lo que nosotros no podemos.
Su servidor Danilo Carrillo
Nota: Todas las citas biblicas pertenecen a la RV1960
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