
A medida que se enfrían los mecanismos de presión contra la maquinaria propagandística y represiva del régimen autoritario que ha sumido a Venezuela en la miseria, las evidencias siguen acumulándose. Durante más de quince años, se han recopilado pruebas irrefutables que vinculan a esta dictadura con el tráfico de drogas, un negocio que alimenta su estructura de corrupción y violencia. Por supuesto, lo niegan, como han negado las violaciones de derechos humanos, la persecución de la disidencia y la manipulación sistemática de los procesos democráticos. Así como han negado sus acciones deliberantes en el Catatumbo, una región fronteriza donde, a pesar de sus declaraciones oficiales, informes y análisis señalan una estrecha relación entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el gobierno venezolano. Mientras el ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino López, ha asegurado que "Venezuela no servirá como plataforma para organizaciones criminales", expertos como Jorge Mantilla sostienen que "el ELN es hoy un ejército binacional y un instrumento clarísimo de Venezuela para influir en Colombia".
A la par de estas contradicciones, Nicolás Maduro ha anunciado la "Operación Relámpago del Catatumbo", una acción militar conjunta con Colombia que, según el discurso oficial, busca combatir grupos ilegales y narcotraficantes. Sin embargo, esta estrategia genera más dudas que certezas, pues se enmarca en un contexto donde el régimen ha sido acusado de facilitar el accionar de estos mismos grupos que dice combatir. Pero la verdad es innegable: el régimen ha perdido toda legitimidad, y su permanencia se sostiene únicamente a través del miedo y las armas de la nación.
El Centro Carter, con su impecable operativo de observación, ha confirmado lo que ya sabíamos: el fraude es el único pilar que sostiene a un gobierno ilegítimo. Pero esta no es la última batalla. Como teólogo reformado, me he dedicado al estudio de los patrones de los regímenes totalitarios y he observado cómo intentan maquillar su imagen con discursos de democracia, mientras someten a su pueblo con medidas represivas. En Venezuela, no habíamos presenciado un nivel de persecución tan feroz desde los días de Pérez Jiménez; todos los poderes del Estado están cooptados y subordinados a los tentáculos del régimen.
No hay prensa libre. No hay justicia. No hay derecho a disentir.
El ciudadano común clama por un gobierno libre y democrático, un país donde pueda desarrollar su potencial, competir en un mundo globalizado y reconstruir su vida sin miedo. Para muchos, la migración ha sido la única opción. Más de siete millones de venezolanos han abandonado el país en los últimos quince años, no por elección, sino por necesidad. Pero la realidad de la migración no es fácil. Los países receptores, después de años de recibir a nuestros compatriotas, han comenzado a cerrar sus puertas. No es un camino sostenible. La verdadera solución no es migrar: es resistir.
Venezuela fue en su momento un refugio para miles de inmigrantes. ¿Cómo llegamos al punto en que nos convertimos en un pueblo errante? Porque permitimos que la corrupción sembrara la desesperanza. Porque el descontento fue capitalizado por quienes querían el poder absoluto. Porque el pueblo, en su justa indignación, usó su voto como castigo, sin prever que entregaban su destino a manos de bandidos. Hoy, muchos de aquellos que apoyaron al régimen han pagado el precio más alto, ya muchos están muertos, unos están en el exilio, otros han sido perseguidos y silenciados, y otros han caído en el olvido, consumidos por el mismo monstruo que ayudaron a crear, mientras nuestros hijos se levantan oprimidos y doblegados por la represión.
Ahora bien, si ya no podemos confiar en el voto, si la oposición está fragmentada, si salir a las calles significa prisión o muerte, ¿qué nos queda?
Nos queda la oración.
Quiero insistir en esto: orar no es un acto de pasividad. Es un arma poderosa. No una oración tibia o ritualista, sino una oración ferviente, una súplica en el Espíritu, una clamor con lágrimas y humillación. Cuando las estrategias políticas fallan, cuando la represión se intensifica, cuando todo parece perdido, es el momento de levantar un clamor persistente y consistente ante Dios.
El régimen lo sabe. Por eso están articulando nuevos mecanismos de represión contra las iglesias, buscando silenciar a los creyentes. Quieren una fe domesticada, una religión sin poder, un cristianismo sin voz. Pero la iglesia nunca ha sido silenciada por la fuerza. En los tiempos de mayor persecución, el cristianismo ha florecido con más fuerza. La historia lo demuestra: Roma no pudo destruir la fe de los primeros cristianos, el comunismo soviético no logró erradicar la iglesia clandestina, y el régimen venezolano tampoco podrá callar el clamor del pueblo de Dios.
Hermano en la fe, este es el momento de tomar las armas espirituales. No son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas. Es tiempo de interceder, de clamar por justicia, de suplicar por la restauración de nuestra nación.
La resistencia no es solo política. Es espiritual. Y en Cristo, la victoria es segura.
El Disfraz del Mal: Corrupción, Represión y Manipulación
El mal no solo avanza con la fuerza bruta, sino que se esconde tras discursos de justicia, igualdad y patriotismo para perpetrar sus abusos. Dietrich Bonhoeffer, teólogo luterano que se opuso al nazismo, advertía que la ética cristiana no podía separarse de la realidad histórica. En Venezuela, el mal ha enmascarado sus verdaderas intenciones tras una "democracia" que pisotea los principios más sagrados de la libertad y la justicia. No es una dictadura tradicional, sino una estructura perversa que usa el miedo, el hambre y la propaganda para sostenerse en el poder.
El régimen ha perfeccionado su estrategia de dominación mediante la distorsión de valores universales. Utiliza la justicia para perseguir a los inocentes mientras protege a los criminales, predica la igualdad mientras genera miseria y desigualdad extrema, y enarbola el patriotismo mientras vende los recursos de la nación a intereses extranjeros. Manipula los sentimientos religiosos al presentarse como protector de la fe, mientras planifica el silenciamiento de iglesias y la coacción de sus líderes.
Hannah Arendt, en su obra Eichmann en Jerusalén, introduce el concepto de la "banalidad del mal", refiriéndose a cómo regímenes totalitarios logran normalizar la injusticia mediante la burocracia y la obediencia ciega. En Venezuela, los poderes del Estado han sido completamente tomados por una casta criminal que utiliza jueces, fiscales y militares como verdugos para aplastar cualquier disidencia. La prensa ha sido silenciada o doblegada, las elecciones son simulacros grotescos y los mecanismos de justicia han sido convertidos en herramientas para castigar a quienes se atreven a alzar la voz.
La Ética Cristiana Frente a la Opresión
Max Weber distingue entre el poder legítimo y el ilegítimo, argumentando que un gobierno pierde su validez cuando se sostiene exclusivamente en la coacción y no en el consenso ciudadano. La Iglesia, en este contexto, tiene un papel crucial. Sin embargo, en Venezuela hemos visto cómo algunos líderes religiosos han sido comprados con favores y prebendas, mientras que otros han sido perseguidos, encarcelados y torturados por denunciar la injusticia. ¿Dónde está la voz profética de la Iglesia? ¿Cuándo se levantará con la fuerza de Cristo para denunciar este reino de las tinieblas?
La ética cristiana no es una mera filosofía pasiva, sino una praxis comprometida con la verdad y la justicia. Es hora de que la Iglesia se sacuda la pasividad, salga del letargo y asuma su responsabilidad profética. El silencio no es una opción. Como advertía Bonhoeffer, "el silencio en medio del mal es en sí mismo mal; no hablar es hablar, no actuar es actuar". La Iglesia debe desenmascarar sin miedo la naturaleza demoniaca de este régimen y proclamar la liberación de los oprimidos.
Resistencia Activa y el Poder de la Oración
El régimen ha orquestado un mecanismo de represión contra las iglesias, intentando enmudecerlas y doblegarlas. Pero es precisamente ahora cuando la fe debe ser nuestra mayor arma. No es una oración tibia y resignada la que necesitamos, sino una intercesión con fervor y clamor, con la certeza de que Dios es un Dios de justicia y que su brazo no se ha acortado para salvar.
La Biblia nos exhorta en 2 Crónicas 7:14RV1960: "Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtiere de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra". Esto no es un llamado a la pasividad, sino a la acción firme y decidida. La oración debe ir acompañada de acciones concretas, de denuncia, de resistencia, de apoyo a quienes enfrentan la persecución y la injusticia.
Hacia una Restauración Democrática y Moral
El camino hacia una Venezuela libre y justa será un proceso doloroso y desafiante. No se trata solo de cambiar un gobierno, sino de desmantelar toda una estructura de corrupción y perversidad que ha secuestrado la nación. La Iglesia no puede seguir siendo espectadora; debe convertirse en un actor fundamental en la reconstrucción del país. La historia nos ha demostrado que cuando los pueblos deciden no callar más, los tiranos caen.
Hoy, más que nunca, es el momento de levantarnos con una fe inquebrantable y una determinación feroz. Que la oración sea nuestro estandarte, pero que nuestras acciones sean el martillo que rompa las cadenas de la opresión. No hay espacio para la tibieza. Venezuela necesita una resistencia cristiana valiente y determinada, una Iglesia que no se someta, sino que combata el mal con la verdad y la justicia.
El mal no prevalecerá donde haya luz y verdad. La verdadera democracia no es solo un sistema de gobierno, sino un compromiso ético y moral que debemos abrazar y defender. Que nuestra voz se escuche con fuerza y que nuestra acción marque la diferencia. La restauración de Venezuela no será por la indiferencia ni por la complicidad de los cobardes, sino por la valentía de los justos que se levantan y luchan.
Bibliografia
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BBC Mundo. (2025). El ELN, la guerrilla binacional y la influencia de Venezuela en Colombia. Recuperado de: BBC
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Hubbard, Robert. Reyes, majestad y mujeres (Ester 1-2). Denver Seminary, 1995.
Monroy Rueda, Francisco Javier. La formación ética cristiana. Reflexiones Teológicas, 2013.
Danilo Carrillo
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